¡Hola pequeños muggles!
Bueno, piltrafillas, primero, feliz año nuevo a todos. Que se cumplan vuestros deseos y todo eso que se dice.
Here I am, con una pequeña larga historia.
Me vais a perdonar, pero esta se la quiero dedicar a Sara (@sarusjones) porque... porque... No sé, porque la quiero mazo cantidad, y porque siempre me está animando a que escriba, y porque ella es amor en sí. :3
Y dejadme comentarios, putos. ¬¬
LOVEYA!
P.D.: Hay banda sonora. Pero está al final.______________________________________________________
Puede que no fuese la mejor idea salir de casa sin un paraguas con la que estaba cayendo. Además, ya era tarde y de noche. Pero era eso o encerrarme en mi cuarto con un portazo como tantas otras veces.
Ya estaba harta de todo y de todos.
Harta de que mi madre me recordara a cada minuto lo que hacía mal, de que mi padre me despreciara con tal facilidad, de que mi hermana me tratase como puta basura, aún siendo menor que yo.
Harta de llorar en mi cuarto, de sentirme sola, de mostrarme fuerte frente a ellos cuando en verdad no lo era.
Todo esto era una mierda.
Aquella tarde había preparado una mochila con todo lo necesario para salir de allí y buscarme la vida a las afueras de aquella ciudad. Mirarme al espejo y pensar que no podría conseguirlo, no ayudó demasiado.
Pero en la cena todo cambió. No quería aguantar más aquello. Había contado hasta diez, había intentado prestar atención a la tele, había intentado llevar a mi mente a cualquier otro sitio fuera de allí, pero no fue posible. Me levanté de un salto de la silla y grité algo sin sentido que ni recuerdo. En medio minuto ya estaba corriendo bajo la lluvia empapada.
No salía demasiado, así que era fácil perderme. Me paré en seco cuando llegué a un parque. No pude evitar romper a llorar.
Lloraba como nunca antes lo había hecho. O quizás sí. Habían sido tantas las ocasiones que ni las recordaba.
Miedo, pánico, frío, desesperación…
¿Qué coño iba a hacer con mi vida? ¿Qué iba a pasar ahora? ¿Qué se supone que tenía que hacer yo?
No había nadie por allí, y si la había corría en busca de un techo para resguardarse, así que no me importaba llorar y sollozar fuerte.
No sé el tiempo que estuve así. Dejé de notar las manos y los pies, y apareció una fuerte presión en la cabeza. Los oídos me iban a explotar.
Quizás haberme quedado en casa no hubiera sido tan mala idea.
Negué con la cabeza, y al recordar, las lágrimas salieron con más intensidad de mis ojos.
Aquello no era normal, mi familia no era normal, yo no era normal.
Noté algo en mi hombro, como si alguien hubiese posado su mano allí. Pensé que sería cosa de mi imaginación o del frío, hasta que la voz de un chico me asustó. Me giré y le vi.
-Eh… -tartamudeó.- ¿Estás bien?
Yo no contesté. De hecho, no sé por qué seguía ahí y no había echado a correr ya. No era muy propensa a hablar con gente desconocida.
-Bueno… Es un poco obvio que no lo estás… -dijo algo nervioso.- Quiero decir, estás llorando y… bueno, no sé…
Ahora sí que me volví a dar la vuelta y eché a andar a paso ligero.
-¡Eh, espera! –gritó y corrió de nuevo hasta mí.
No me había fijado pero el chaval llevaba un paraguas, que cuando se acercó a mí la segunda vez, lo colocó bajo mi cabeza.
-Estás empapada.
-Déjame. –fueron mis primeras palabras hacia el chico, para después apartar su paraguas de mala manera.
-Vamos, solo quiero ayudarte.
-¡No necesito ayuda! –grité mosqueada.
-Créeme que sí la necesitas. –dijo seguro, quedándose parado mientras yo seguía andando.- ¡Lo sé por experiencia! –gritó lo suficientemente alto para que lo oyera.
-¿Qué sabrás tú?- me paré y me volví a mirarle. -Tú no tienes ni idea. – El chico rio irónico.
-Parece que fue ayer cuando yo me comportaba así. –Le sostuve la mirada a lo lejos en la oscuridad de la noche. No entendía que quería decir. – Me escape de casa, hará unos dos años. En mi casa no se podía estar. Eran peleas continuamente. Una tras otra.
Hizo una pausa y ando tranquilamente v hacia mí de nuevo. Me volvió a tapar con su paraguas. Esta vez no sé lo impedí.
-Y necesité ayuda. Como tú la necesitas ahora.
No supe que responder. Me quedé asombrada al escuchar una historia tan similar a la mía.
-Me llamo Danny, por cierto. –dijo sonriendo.
-Sara. –también hice un intento de sonreír.
-Puedes pasar la noche en mi casa.
La cara que puse debió de ser muy graciosa cuando soltó una gran carcajada sonora.
-No haré nada que no quieras… -dijo en un tono interesante para después volver a reír.
Se llevó un golpe en el hombre por parte mía. Fuerte. Pero en realidad me había hecho reír a mí también. En el fondo parecía buen chico.
-¿Vienes o qué?
-Supongo que no hay otra mejor opción.
Danny me fue indicando donde estaba su casa. Realmente no estaba muy lejos. Fue en todo momento él quien llevaba la conversación. Yo reía las tonterías que soltaba de vez en cuando.
Llegamos a su casa. Era un piso pequeño. Además, estaba hecho un desastre, pero parecía acogedor.
-Pasa a la ducha, te dejaré una toalla y algo de ropa. –dijo mientras yo observaba todo el piso.
-Pero…
-¿No querrás quedarte así toda la noche? –Me encogí de hombros después de mirarme y comprobar que aún seguía igual de mojada.
-Al fondo a la derecha. Y no tardes.
Le hice caso y entré en el baño. Después de maniobrar, conseguí que saliera agua medianamente caliente. No pasó mucho tiempo cuando la puerta del baño se abrió. Suerte que la mampara estaba puesta.
-Sara, te dejo algo de ropa que he encontrado por ahí. No tengo otra cosa, lo siento.
-No te preocupes, Danny. Gracias.
Pocos minutos después salí. Cogí la única toalla que había allí y me sequé. La ropa de Danny era una gran camiseta con la bandera de EEUU, algo desgastaba , un gran pantalón viejo y un par de calcetines.
-¿Tienes secador? –dije una vez que había salido del baño.
-Pues no. – rió.
-Genial. –susurré. – Le encantará ver mi pelo rizado, sí. –dije irónica.
Cuando llegué al salón Danny estaba viendo la tele, tumbado en el sofá.
-¿Quieres algo de cenar? –dijo al verme. De paso, me dejó sito para sentarme.
-No, no tengo mucha hambre.
Me senté tímidamente en un lado.
-¿Cómo estás? –preguntó clavando sus ojos azules grisáceos en los míos. Yo contesté encogiéndome de hombros y bajando la mirada a mis pies. -¿Te apetece hablar de algo?
Esta vez negué con la cabeza y cerré los ojos fuertemente para evitar empezar a llorar de nuevo. Se acercó a mí y me rodeó con sus brazos. Yo no me opuse.
-Puedes confiar en mí, quiero que lo sepas, ¿vale?
Me cogió de los hombros y nos separó, haciendo que lo mirase de nuevo. Sonreía de una forma distinta. Bonita, comprensiva, sincera.
-¿En quién confiaste tú?
Danny había dicho que también había necesitado ayuda. Cuando entré en su casa me esperaba encontrar a alguien. Alguien que le hubiese encontrado como él me encontró a mí.
-Pues… Espera aquí. –dijo levantándose del sofá y entrando en una habitación.
Medio minuto después apareció con una guitarra acústica negra en su mano.
-En ella. –dijo al sentarse otra vez a mi lado. Sonreí asombrada.
-Es genial… -dije observándola con un brillo en los ojos.
-En ella, en la música, en el destino, en confiar que el tiempo daría a cada uno lo que se merece. En eso confié.
Quise volver a mantener un contacto visual con él, pero justo cuando levanté la mirada, él la bajaba a su guitarra y colocaba sus dedos sobre las cuerdas.
Sin que nadie le dijese nada, la habitación se llenó del sonido que salía de allí y Danny empezó a cantar.