sábado, 21 de enero de 2012

If you wanna fight, I'll stand right beside you.

 ¡Hola pequeños muggles! 
Bueno, piltrafillas, primero, feliz año nuevo a todos. Que se cumplan vuestros deseos y todo eso que se dice.
Here I am, con una pequeña larga historia. 
Me vais a perdonar, pero esta se la quiero dedicar a Sara (@sarusjones) porque... porque... No sé, porque la quiero mazo cantidad, y porque siempre me está animando a que escriba, y porque ella es amor en sí. :3

Y dejadme comentarios, putos. ¬¬
LOVEYA!

P.D.: Hay banda sonora. Pero está al final.______________________________________________________

   Puede que no fuese la mejor idea salir de casa sin un paraguas con la que estaba cayendo. Además, ya era tarde y de noche. Pero era eso o encerrarme en mi cuarto con un portazo como tantas otras veces.

   Ya estaba harta de todo y de todos.

   Harta de que mi madre me recordara a cada minuto lo que hacía mal, de que mi padre me despreciara con tal facilidad, de que mi hermana me tratase como puta basura, aún siendo menor que yo.

   Harta de llorar en mi cuarto, de sentirme sola, de mostrarme fuerte frente a ellos cuando en verdad no lo era.

   Todo esto era una mierda.

   Aquella tarde había preparado una mochila con todo lo necesario para salir de allí y buscarme la vida a las afueras de aquella ciudad. Mirarme al espejo y pensar que no podría conseguirlo, no ayudó demasiado.

   Pero en la cena todo cambió. No quería  aguantar más aquello. Había contado hasta diez, había intentado prestar atención a la tele, había intentado llevar a mi mente a cualquier otro sitio fuera de allí, pero no fue posible. Me levanté de un salto de la silla y grité algo sin sentido que ni recuerdo. En medio minuto ya estaba corriendo bajo la lluvia empapada.

   No salía demasiado, así que era fácil perderme. Me paré en seco cuando llegué a un parque. No pude evitar romper a llorar.

   Lloraba como nunca antes lo había hecho. O quizás sí. Habían sido tantas las ocasiones que ni las recordaba.

   Miedo, pánico, frío, desesperación…

   ¿Qué coño iba a hacer con mi vida? ¿Qué iba a pasar ahora? ¿Qué se supone que tenía que hacer yo?

   No había nadie por allí, y si la había corría en busca de un techo para resguardarse, así que no me importaba llorar y sollozar fuerte.

   No sé el tiempo que estuve así. Dejé de notar las manos y los pies, y apareció una fuerte presión en la cabeza. Los oídos me iban a explotar.

   Quizás haberme quedado en casa no hubiera sido tan mala idea.

   Negué con la cabeza, y al recordar, las lágrimas salieron con más intensidad de mis ojos.

   Aquello no era normal, mi familia no era normal, yo no era normal.

   Noté algo en mi hombro, como si alguien hubiese posado su mano allí. Pensé que sería cosa de mi imaginación o del frío, hasta que la voz de un chico me asustó. Me giré y le vi.

   -Eh… -tartamudeó.- ¿Estás bien?

   Yo no contesté. De hecho, no sé por qué seguía ahí y no había echado a correr ya. No era muy propensa a hablar con gente desconocida.

   -Bueno… Es un poco obvio que no lo estás… -dijo algo nervioso.- Quiero decir, estás llorando y… bueno, no sé…

Ahora sí que me volví a dar la vuelta y eché a andar a paso ligero.

   -¡Eh, espera! –gritó y corrió de nuevo hasta mí.

   No me había fijado pero el chaval llevaba un paraguas, que cuando se acercó a mí la segunda vez, lo colocó bajo mi cabeza.

   -Estás empapada.

   -Déjame. –fueron mis primeras palabras hacia el chico, para después apartar su paraguas de mala manera.

   -Vamos, solo quiero ayudarte.

   -¡No necesito ayuda! –grité mosqueada.

   -Créeme que sí la necesitas. –dijo seguro, quedándose parado mientras yo seguía andando.- ¡Lo sé por experiencia! –gritó lo suficientemente alto para que lo oyera.

   -¿Qué sabrás tú?- me paré y me volví a mirarle. -Tú no tienes ni idea. – El chico rio irónico.

   -Parece que fue ayer cuando yo me comportaba así. –Le sostuve la mirada a lo lejos en la oscuridad de la noche. No entendía que quería decir. – Me escape de casa, hará unos dos años. En mi casa no se podía estar. Eran peleas continuamente. Una tras otra.

   Hizo una pausa y ando tranquilamente v hacia mí de nuevo. Me volvió a tapar con su paraguas. Esta vez no sé lo impedí.

   -Y necesité ayuda. Como tú la necesitas ahora.

   No supe que responder. Me quedé asombrada al escuchar una historia tan similar a la mía.

   -Me llamo Danny, por cierto. –dijo sonriendo.

   -Sara. –también hice un intento de sonreír.

   -Puedes pasar la noche en mi casa.

   La cara que puse debió de ser muy graciosa cuando soltó una gran carcajada sonora.

   -No haré nada que no quieras… -dijo en un tono interesante para después volver a reír.

   Se llevó un golpe en el hombre por parte mía. Fuerte. Pero en realidad me había hecho reír a mí también. En el fondo parecía buen chico.

   -¿Vienes o qué?

   -Supongo que no hay otra mejor opción.

   Danny me fue indicando donde estaba su casa. Realmente no estaba muy lejos. Fue en todo momento él quien llevaba la conversación. Yo reía las tonterías que soltaba de vez en cuando.

   Llegamos a su casa. Era un piso pequeño. Además, estaba hecho un desastre, pero parecía acogedor.

   -Pasa a la ducha, te dejaré una toalla y algo de ropa. –dijo mientras yo observaba todo el piso.

   -Pero…

   -¿No querrás quedarte así toda la noche? –Me encogí de hombros después de mirarme y comprobar que aún seguía igual de mojada.

   -Al fondo a la derecha. Y no tardes.

   Le hice caso y entré en el baño. Después de maniobrar, conseguí que saliera agua medianamente caliente. No pasó mucho tiempo cuando la  puerta del baño se abrió. Suerte que la mampara estaba puesta.

   -Sara, te dejo algo de ropa que he encontrado por ahí. No tengo otra cosa, lo siento.

   -No te preocupes, Danny. Gracias.

   Pocos minutos después salí. Cogí la única toalla que había allí y me sequé. La ropa de Danny era una gran camiseta con la bandera de EEUU, algo desgastaba , un gran pantalón viejo y un par de calcetines.

   -¿Tienes secador? –dije una vez que había salido del baño.

   -Pues no. – rió.

   -Genial. –susurré. – Le encantará ver mi pelo rizado, sí. –dije irónica.

   Cuando llegué al salón Danny estaba viendo la tele, tumbado en el sofá.

   -¿Quieres algo de cenar? –dijo al verme. De paso, me dejó sito para sentarme.

   -No, no tengo mucha hambre.

   Me senté tímidamente en un lado.

   -¿Cómo estás? –preguntó clavando sus ojos azules grisáceos en los míos. Yo contesté encogiéndome de hombros y bajando la mirada a mis pies. -¿Te apetece hablar de algo?

   Esta vez negué con la cabeza y cerré los ojos fuertemente para evitar empezar a llorar de nuevo. Se acercó a mí y me rodeó con sus brazos. Yo no me opuse.

   -Puedes confiar en mí, quiero que lo sepas, ¿vale?

   Me cogió de los hombros y nos separó, haciendo que lo mirase de nuevo. Sonreía de una forma distinta. Bonita, comprensiva, sincera.

   -¿En quién confiaste tú?

   Danny había dicho que también había necesitado ayuda. Cuando entré en su casa me esperaba encontrar a alguien. Alguien que le hubiese encontrado como él me encontró a mí.

   -Pues… Espera aquí. –dijo levantándose del sofá y entrando en una habitación.

   Medio minuto después apareció con una guitarra acústica negra en su mano.

   -En ella. –dijo al sentarse otra vez a mi lado. Sonreí asombrada.

   -Es genial… -dije observándola con un brillo en los ojos.

   -En ella, en la música, en el destino, en confiar que el tiempo daría a cada uno lo que se merece. En eso confié.

   Quise volver a mantener un contacto visual con él, pero justo cuando levanté la mirada, él la bajaba a su guitarra y colocaba sus dedos sobre las cuerdas.

   Sin que nadie le dijese nada, la habitación se llenó del sonido que salía de allí y Danny empezó a cantar.



viernes, 16 de septiembre de 2011

Destino.

I'm baaaaaaaaaaaack. :3
Pues nada, aquí traigo una de las historias que os hablé que escribí durante este summer. Ains.. Summer.. Qué bien suena.. *-*
Hope you like it. (Aunque ya os digo de ante mano que es bastante cacosa) <3


7:00 de la tarde.
‘¿Dónde mierdas estás? Llevo esperándote una hora. O das señales de vida o me largo.’
Cancelar. ¿Guardar en borrador? Cancelar.
‘¿Dónde estás? Llevo esperando mucho rato y estoy preocupada. Contéstame.’
Enviar. Señalar destinatario. Harry. Aceptar. Enviando... Mensaje enviado.
Me siento tonta. Él me prometió que vendría y no ha sido así. Podría haber avisado. Es un cabrón.
7:35 de la tarde.
- ¿Chris? ¿Qué haces aquí sola? Está oscureciendo.
- Hola Tom.
El chico rubio se acerca a mí con su paraguas en la mano. Me pregunta si quiero tomar un café caliente, porque hace frío y me puedo constipar.
Tendría que tomar el café con mi novio, pero el muy cabrón no ha aparecido en las casi las dos horas que llevo esperándole. Tom es un buen chico.
Cogemos asiento en una pequeña mesa redonda del Starbucks más cercano del sitio de nuestro encuentro. Tom pide dos frappuccinos.  Me comenta que siempre pide lo mismo porque le encanta.
- ¿Esperabas a alguien?
- A Harry.
- Oh, claro, Harry. Es tu novio y quedas con él. Muy bien.
Ríe nervioso. Ahora está algo más incómodo.
- ¿Tú sabes por qué no ha venido?
- ¿Yo? No, no. ¿Por qué iba a saberlo?
- Vivís juntos.
- Ya, ya. Pero no sé, no tengo ni idea.
Rápidamente cambia de tema. Ahora habla de películas. Yo comento las que he visto, las que no, simplemente  escuchó y rió con sus comentarios hacía las que no le gustan.
El siguiente tema es la música. Le apasiona la música. Me habla de su sueño de montar un grupo música cuando sea mayor.
- Yo tocaré la guitarra. Ya estoy empezando a componer alguna que otra canción.
- Serás famoso. Y las chicas te gritarán que te quites la ropa en los conciertos.
Se sonroja y muestra su tímido hoyuelo sin querer. Apresuradamente bebé de su taza escondiendo así su graciosa y dulce sonrisa.
El destino ha querido que Harry no viniese a nuestra cita y que Tom me encontrara. ¿Por qué será?
8:25 de la tarde.
Siento mi móvil vibrar dentro de mi bolso. Mientras sigo conversando con Tom meto la mano en el bolso y alcanzó el móvil.
Lo siento mucho, amor. He tenido un par de problemas. Tom no está en casa, podemos cenar juntos.’
El corazón empieza a latirme más rápido y me pongo algo nerviosa. Tom se da cuenta.
- ¿Pasa algo?
Una opción sería dejar ahora a Tom e ir con Harry. Otra opción sería quedarme con Tom y pasar de Harry.
Recuerdo lo que hace unas horas pensaba de él: ‘es un cabrón.’, y me decanto por la segunda opción.
- No, nada. Era Harry, pero prefiero quedarme aquí contigo. Estoy muy cómoda.
- Y yo.
Los dos sonreímos y damos un sorbo más a la segunda taza de frappuccino de la tarde.
¿Acabo de ignorar una propuesta de mi chico de cenar a solas con él, con todo lo que conllevaría eso, por seguir con Tom? A lo mejor estoy madurando.
8:45 de la tarde
El móvil de mi acompañante suena. Se disculpa y lo coge la llamada. Se levanta y se aparta un par de pasos de nuestra mesa. Lo sigo con la mirada.
Está bastante sexy con esa camiseta y esos pantalones de pitillo. Además, con esos botines va muy a la moda.
- ¿Pasa algo?
- Me temo que sí.
Se sienta de nuevo en la mesa y yo le miró preocupada. Me cuenta que había olvidado que a las 9 tenía una cita con su chica. Aunque a él no le gustaba llamarle ‘su chica’ por el momento.
- Oh, sí, claro. Es normal que quedes con la chica que gusta.
Río nerviosa y encuentro la situación algo incómoda.
Eso me pasa por pensar cosas que no son. Espera un momento, ¿qué había pensado? A lo mejor estoy un poco loca.
9:10 de la tarde.
Me preparo un bocadillo simple y me lo tomo de pie en la cocina mientras pienso en todo que ha ocurrido esta tarde.
Primero mi novio me da plantón. Su mejor amigo me encuentra y me invita a tomar un café con él. Paso una tarde la mar de divertida, incluso rechazo un nuevo encuentro con Harry. Por último, Tom se va con su chica y tengo que cenar sola en mi casa.
Genial, el destino es un asco.
Llaman al timbre. Doy el último bocado a mi bocadillo y abro la puerta. Moreno, alto y musculoso.
Harry sigue igual de guapo que siempre.
- Harry, lo siento, es que…
- Tom ha pasado por casa antes de irse con una chica y me ha contado lo que habéis hecho.
No sé qué contestar.
 Sonado así y con esas palabras me siento culpable.
- Pero el que lo tiene que sentir soy yo. No pude ir a nuestra cita y no te avisé hasta dos horas después.
- Harry, yo…
- Chris, hagamos una cosa. Olvidémoslo. ¿Tú me sigues queriendo, no?
- ¡Claro!
- Yo también. Así que no hay nada más de que hablar. Bueno, sí. No he cenado, ¿te queda algo?
Mi chico y yo reímos. Me recoge entre sus brazos y a la vez que me besa y va entrando en la casa.
A la porra el destino. Quiero a mi novio y él me quiere a mí.

miércoles, 27 de julio de 2011

Luchar y llegar.

Here again.
Pequeño relato, de un sueño, sí. Pero de nuevo digo que es una adaptación.
Sabéis que no me gusta mucho nada de lo que escribo, pero este es distinto.
Me gusta, bastante. Incluso viene con banda sonora.
Espero que os guste tanto como a mí. :) 





Miércoles. Suena el despertador. Las 7 horas exactas de la mañana. Y aunque sea el primer y único 11 de abril del 2011 que viviré, sé exactamente todo lo que me espera. Hoy será como ayer e igual que mañana. 6 horas de instituto. Comer. 5 horas de estudio y hacer las tareas del día. Cenar. Dormir. La originalidad se escapa de mi vida y la impotencia de no saber qué hacer me atemoriza.
Los sueños por la noche no son otra cosa que planes que nunca se llevarán a cabo, minutos en los que me evado de la realidad para ir a otro mundo paralelo en el que yo tengo el mando en mi propia vida. Algo que cualquier persona puede tener día a día y ser normal pero yo no.
Que suene el despertador a las 7, retrasarlo a las 10, levantarme segura y preparar una maleta. Coger todos mis ahorros, dejar una nota en la cocina, pillar un taxi en el portal de mi casa e ir directa al aeropuerto. Comprar el billete más barato y el que tenga menos que esperar. Londres, Ámsterdam o París. Conseguir un lugar donde dormir, un trabajo con el que pagarlo y costearme la comida. Conocer a gente. Conocerlos a ellos. A mis amigos. A los que harán de todos los mejores y más divertidos momentos. Conocerle a él. A mi chico. Al que me hará feliz el resto de días de mi vida.
Apago el despertador y me incorporo en la cama. Unas lágrimas han caído por mi cara. La cobardía, que no se separa de mí ni un segundo, me obliga a levantarme y a empezar a vestirme. Me pongo el uniforme que tanto odio, me lavo y hago la cama. Meto las últimas cosas en mi mochila y hoy ni si quiera me tomo un vaso de leche. Salgo a la calle y ando recorriendo el mismo camino de siempre.
Que nada, ni miedo, ni nadie, ni mis padres, ni mis profesores, me controlaran. Sentirme lo suficientemente madura como para tomar mis propias decisiones. Porque nada ni nadie me conoce mejor que yo como para saber lo que es mejor para mí. Saber que haciendo esto no soy verdaderamente feliz. Romper la rutina, salir de este cascarón.
Entro en clase. Ignoro los comentarios fuera de lugar de mis compañeros y me siento en mi sitio. Espero que alguien entre en clase que ponga orden a este desorden, que las horas del reloj pasen, que llegue la hora de salir de allí, que vuelva a casa y espere a que el día termine a mi manera.
Hacer lo que siempre quise hacer, no tomar en cuenta las opiniones de la gente que no te quiere. Vivir cada día como si fuera el último. Disfrutar de cada segundo. Desear incluso que ese segundo sea interminable, que las agujas del reloj paren, para saborear hasta la última gota de ese momento.
Uno a uno los minutos van pasando. Ya quedan menos horas para que esto termine por hoy. Exactamente dos. Dos horas más, dos clases más, y el día seguirá con su curso habitual. Por suerte o por desgracia son clases aburridas, nada interesantes y poco importantes además. De nuevo tengo tiempo y la oportunidad para imaginarme esa vida, la que yo quiero. Moldeada mí manera, adaptada a mi imagen de la felicidad.
Entonces lo oigo. Ni si quiera me había dado cuenta de que había entrado el profesor. Ni si quiera sabía cuánto tiempo llevaba allí. Pero lo oigo. Tres palabras que hacen dar un vuelco a mi corazón, que hacen aparecer un rayo de luz y esperanza en el día.
- McFly está aquí.
Dar un salto en la silla y salir de esta clase corriendo, buscar a mis ídolos y decirles gracias. Sentir que en lo que he creído tanto tiempo y me ha dado fuerzas en aquellos momentos en los que todo estaba oscuro existe. Abrazarles bien fuerte y notar que están hechos de carne y hueso, que no son una más de mis imaginaciones cuando me evado este mundo.
Obedecer o no obedecer. Arriesgarme o no arriesgarme. Dar un giro a mi vida o que siga siendo la misma rutina todos los días. Vencer al miedo o no vencerlo. Sentirme fuerte o sentirme no capaz para hacerlo. Ahora o nunca.
- Profesor, tiene que dejarme ir.
Todos giran su cabeza para mirarme. Yo no aparto mis ojos del profesor.
- No. No puedo. No me lo permiten.
Otra vez esa sensación de que todo lo que construyo en mi cabeza, cae en la realidad. Justo cuando más cerca -y a la vez más lejos que nunca- está ese sueño.
Rendirme o no rendirme.
- Por favor. No sabes lo importante que sería para mí.
- Clara, por mí te dejaría, pero no es posible.
Me conciencio que verdaderamente está cerca pero al mismo tiempo muy fuera de mi alcance.
Ser fuerte, no derrumbarme ahora.
Respiro hondo. Me levanto de mi silla. Y empiezo a andar. Oigo murmullo de los compañeros de la clase. Llego a la puerta y pongo la mano en el pomo. El profesor me vuelve a llamar de nuevo.
- Como salgas por esa puerta, te vas a llevar un gran castigo. Muy, muy grande.
Como ya es costumbre, me evado de la realidad para crear otra. Esta vez, sólo con una diferencia. En vez de crear esa realidad en mi mente, la traslado directamente al mundo real.
Abro la puerta y salgo corriendo por el pasillo. Nunca me había parecido tan interminable. No me ha dicho dónde están, pero lo primero que me pasa por mi mente es secretaría. Salgo del edificio lo más rápido posible, cruzo el patio y me dirijo al de secretaría. Entro allí y busco con la mirada por todas partes. La gente me mira raro. Respiro con dificultad y los nervios no ayudan.
Una de las secretarías se acerca a mí. Antes de que me pregunte nada, le pregunto yo a ella con impaciencia.
- ¿Dónde están? ¿Dónde está McFly?
- ¿Qué? No, no puedes verlos. Vuelve a clase si no quieres un parte.
- ¡Por favor!
Ella niega con la cabeza y vuelve a su puesto de trabajo, tranquila de que no era nada grave. La gente no deja de mirarme. De nuevo salgo al patio corriendo. Tengo prisa. He llegado hasta aquí y ahora no se me puede escapar. Estoy tocando esto con la punta de mis dedos.
Que no se me vaya la cabeza. Pensar con la mente y mantenerme serena.
Entonces se me viene a la cabeza una persona. Él me puede ayudar, lo hará por mucho profesor que sea y no tenga permitido ver a mis ídolos.
De nuevo echo a correr, esta vez para la clase de idiomas. Allí estará seguramente mi profesor de inglés. Él me comprenderá. Entro en el edificio y subo las escaleras de dos en dos. Siento como el corazón bombea en mi garganta y en mi boca. Sin previo aviso, abro la puerta de la clase.
- ¡Profe!
Uno, dos, tres. Para de contar, he llegado a mi destino.
Los veo, con mis propios ojos, incluso si me acercara podría tocarlos. Mi profesor se levanta asustado. Ellos ríen por lo bajo. No es normal que alguien entre de esa manera en una clase.
- Clara, ¿qué pasa?
Se coloca en frente mía esperando a que responda. Sin avisar, hundo mi cara en mis manos y las empiezo a llenar de lágrimas.
Nunca me vi capaz. Siempre fueron sueños. Y los sueños, sueños son. Ahora estoy en la realidad, en el mundo real. Ese que tantas veces he maldecido.
Si he llegado hasta aquí no es para llorar.
Me quito las manos del rostro a la vez que me limpio las lágrimas. Mi profesor me mira sonriente. Él me conoce. Sabe lo que me ha podido costar llegar aquí, al igual que también sabe porque lo he hecho.
- Sabes el castigo que te vas a llevar, ¿verdad?
Ríe mientras coloca sus manos en mis hombros y me obliga a andar hacia ellos.
Poner el último ladrillo al muro. Terminarlo para que quede perfecto y contemplarlo de arriba abajo. Sentirme satisfecha de mi trabajo, y si es posible, obtener una recompensa.
- Thank you, boys. For everything. For save me. For help me. For your music. For your points of view. For make me laugh and cry. For I'll be Ok and Smile. For be what you are. For make me do what I do. For thousand and thousand of things. Thank you.
Paro de hablar y veo como he emocionado a todos ellos e incluso a mí misma. Se levantan de sus sillas y me abrazan, uno a uno. Siento el calor, el amor y el agradecimiento.
Sentirme bien. Realizada. Capaz. Fuerte. Sé que es el primero de muchos días, que esto acaba de empezar. Dar un portazo en las narices a la cobardía y al miedo. Sentir que si he podido cumplir este sueño, podré cumplir otros mucho. Porque si al final de cada uno de ellos me siento como ahora, ya sé por lo que luchar cada día.

¡Extra, extra!

Llamadme pesada, os lo permito. xD
Como habéis visto, he cambiado un poco la apariencia de este blog.
Otra idea era crear un blog nuevo, pero... buff. -.-'
Pues nada, que el verano da para mucho y he escrito alguna que otra historietilla.
No tan largas como 'todo irá bien si sabes que le quieres', obviously. Pero siguen siendo idas de cabeza mías, you all know.
Os contaré un secreto, algunas son sacadas de sueños que tuve, adaptadas, para que no os asustéis mucho y eso, pero que sí, sueños, sueños everywhere. xD
En fin. Ahí lo dejo.
Loooooooooooove! <3

jueves, 16 de junio de 2011

Wierdo with no name.

Algo así como un final.
_____

     “Dicen que el primer beso nunca se olvida. Que es una sensación única. Que es prácticamente imposible de volver a repetir, aunque siempre queda en la memoria. Dicen que el primer beso no es el verdadero primer beso si lo que te mueve a hacerlo no es el amor. Dicen que cuando das el primer beso de amor te siente la persona más feliz del mundo, que algo en tu interior despierta y florece. Que nada más importa porque es la señal de que quieres a alguien. Dicen y dicen, pero nunca llegas a saberlo hasta que no lo vives en primera persona, y eres consciente de ello.”

Cuatro. [Ella]

     Posa suavemente sus manos en mis mejillas. Mi mirada pasa de sus ojos a sus labios repetidas veces. Quiero besarlo. Quiero volver a sentir ‘eso’ otra vez. Aunque me lo negase a mi misma es lo que llevo deseando tanto tiempo.

     No lo pienso más. Me pongo de puntillas y enrosco mis brazos en su cuello. El mundo y el tiempo se detienen. Esa sensación, tal y como la recordaba, o incluso mejor.

     Frío, calor, ansia, deseo, pasión, amor. Amor, ahora noto como fluye el amor entre nuestras bocas.

     Un a imagen llega a mi cabeza. Nuestro primer beso. Éramos unos críos, pero es exactamente lo mismo lo que siento. No puedo evitar sonreír. Al hacerlo, él se separa sin entender.

-         ¿Qué te pasa? –pregunta sonriendo.
-         Estoy feliz.

     Nunca pensé que aquel beso con aquel chico guapo del instituto significase tanto. Porque lo significó todo. Ese cambio, ese toque de felicidad.

     Ahora lo sé. Ahora sé que todo va a ir bien, le quiero.

martes, 14 de junio de 2011

Cuatro. [Él]

Esto se va acabando, gentecilla. *-* Un par de capítulos más y nada. :3
________

     Nos miramos a los ojos. Siento esa conexión, la siento muy fuerte. Coloco ahora mis dos manos sobre sus mejillas. Están húmedas por las lágrimas. Intercala su mirada entre mis ojos y mis labios.

     Hazlo, bésame, lo necesito.

     Como si hubiera leído mi mente, se apoya sobre la punta de sus pies, poniéndose a mi altura. Coloca sus pequeñas manos en mi nuca. Segundos antes de cerrar los ojos veo que sonríe levemente. Junta nuestros labios y estoy tocando el cielo. Soy el tío más afortunado del mundo.

     Esa sensación de nuevo, ese escalofrío. Cada noche recapitulaba esos besos. Es mucho mejor de lo que recordaba. Muevo mis manos a su espalda y la acerco a mí.

     Puedo notar su corazón acelerado en mi pecho. Puedo notar como moja mis mejillas, como me agarra con fuerza el pelo, como se entretiene con mi lengua. Puedo notar la pasión y las ganas.
    
     Percibo ahora que sonríe. Me separo y al verla sonrío también. Es una de las imágenes más bellas que alguien puede ver, ella sonriendo.

-         ¿Qué te pasa?
-         Estoy feliz. –me dice segura.

     Algo pasa por mi mente. Nuestro primer beso. El más especial.

     Éramos unos enanos, pero fue igual. Entonces no sabía nada. Entonces era un beso con la chica por la que estaba pillado. Ahora sé que fue algo más que eso, algo grande. Algo que marcaría mi vida y la cambiaría, la llenaría de felicidad.

     Ahora nada más importa. Ahora sé que todo va a ir bien, la quiero.

lunes, 13 de junio de 2011

Tres. [Ella]

     Me deja paso y vamos al salón. Todo está como lo dejé. Se sienta a mi lado en el sofá y me mira. No puedo creer que después de tanto tiempo, vuelva a estar aquí, con el, otra vez. Muchas fueron las ocasiones en las que pensé volver y hablar, pero ninguna dio fruto. Tenía miedo, podría decir que aún lo tengo.

     No paro de tocarme las manos, están sudorosas. El silencio que ahora está inundando la habitación, hace que a mi cerebro no paren de llegar imágenes. Imágenes que siempre quise borrar, peor nunca fui capaz. Imágenes que hacen que cierta sensación despierte en mi interior y me haga levantarme y salir por aquella puerta de nuevo.

     Empiezo a mover la rodilla, estoy muy nerviosa. Él pone su mano en ella, y me estremezco con el simple contacto. Las lágrimas acuden a mis ojos. Aún, después de tanto tiempo, no soy capaz de controlarlas. Giro mi cabeza para mirarle. Un nudo se apodera de mi garganta, pero aún así hablo. Soy directa.

-         ¿Sabes el daño que me hiciste? ¿Sabes lo que sentí?

     No aguanto más y dejo que las lágrimas salgan libres. Soy incapaz de contenerlas un segundo más. Noto como caen mis mejillas. Le sostengo la mirada. Busco en sus ojos respuesta alguna, pero no encuentro nada.

     No ha abierto la boca desde que he llegado, pero aún no sé que quiero que me diga. ¿Qué todo es mentira? No, fui testigo. Aún así, sé perfectamente cuando miente. Solo hace falta mirarle a los ojos. Ahora están llenos de lágrimas.

     Si el llora ahora esto perdería el poco sentido que tiene. Mira al techo y respira hondo. Si él se derrumba ahora yo no sería capaz de levantarlo como él hizo conmigo otras tantas veces, Pero no puede hacerlo, a él nadie le ha engañado. Él fue el culpable, el malo de la película.

-         No llores, por favor...

     Me levanto del sofá. Esto es estúpido. Recuerdo la seguridad que sentía cuando venía hacía aquí y ahora no queda nada.

-         ¿Es que no me entiendes?

     Si lo hiciera comprendería porque estoy así. Se pone en pie y en sus ojos vuelven a haber lágrimas. Reconozco impotencia en esa mirada.

-         ¿Qué no te entiendo? –calla y gira la cabeza.- ¿Cómo crees que he estado yo todo este tiempo?

     Sé que ha estado más. Tanto como yo. Esto nos afectó a los dos. Pero no puedo olvidarlo. El hecho de que él tenga la culpa de todo me llena de rabia.

-         Tú tuviste la culpa. Tú fuiste el culpable de todo. Pudiste elegir.

     Da dos pasos y se planta en frente mía. Coge mis manos entre las suyas.

-         - Cada minuto que pasa me arrepiento más y más de lo que hice. Me odio y la repugnancia que siento hacia mí no es normal. Y voy a seguir así hasta el día que me perdones, y volvamos a ser felices juntos.

     Miro a sus ojos. Sé que no está mintiendo. Cada palabra que suelta suena más sincera que la anterior. Bajo la vista a nuestras manos. Mi mente se ha quedado totalmente en blanco. Suelta una de sus manos y la coloca en mi barbilla, haciéndome mirarle directamente.

-         Te quiero. 

viernes, 10 de junio de 2011

Tres. [Él]

     Entra en casa y va directa al salón. Se sabe el camino perfectamente y yo la sigo. Estamos sentados uno al lado del otro en el sofá. Hay silencio, ninguno de los dos empieza a hablar, pero de vez en cuando se escucha algún que otro coche pasar por la calle. He tenido que encender la luz. Es tarde, no se veía nada y quería verle la cara.

     El pelo negro y liso le cae por la cara, juega nerviosa con sus manos e intercala la mirada entre ellas y sus pies. La echaba de menos. Quiero empezar a hablar pero tengo miedo de cagarla de nuevo, de que se vaya y de sentir lo que sentí entonces.

     Percibo un ligero temblor en sus piernas. Inconscientemente pongo mi mano en una de sus rodillas. Se estremece con el contacto. Después de varios segundos gira su cara y encuentra su mirada con la mía. Ahora sus ojos están llenos de lágrimas ansiosas por salir. Noto como algo en mi corazón se rompe y se despedaza.

-         ¿Sabes el daño que me hiciste? ¿Sabes lo que sentí? –habla ocultando y disimulando pequeños sollozos.

     Baja sus párpados, y lágrimas caen formando un estrecho canal por sus mejillas, arrastrando con ellas parte del maquillaje que lleva. De nuevo vuelve a mirarme. Sus ojos están brillantes, acuosos, resaltando a su vez ese verde especial.

     Ese verde que ha iluminado tantos días de mi visa, me ha hecho sentir la persona más feliz del mundo, o incluso, como ahora, me ha hecho sentir como una mierda, sucio. Empiezo a notar algo en mi garganta, un nudo. Las lágrimas se acumulan temerosas en el filo de mis ojos.

     Miro al techo y resoplo. No puedo derrumbarme. No yo. No soy la víctima. Tengo que apoyarla a ella, que esté bien. Si ella está bien, yo.. también estoy bien en cierto modo.

     Vuelvo a mirarla. Me observa y no sé descifrar por completo su mirada. Hablar ahora es una de las cosas más difíciles que puedo hacer. Respiro hondo y mi cerebro no para de buscar las palabras adecuadas, pero no encuentro ninguna. No sé que decir. Sus lágrimas me distraen.

-         No llores, por favor.

     Un estúpido ‘no llores, por favor’’ es lo único que ha salido de mi boca. Me siento idiota. Odio esta situación. Aunque sé que si dejara de llorar todo sería mucho más fácil. Pero sólo he conseguido que se angustie más. Se levanta agobiada y niega con la cabeza.

-         ¿Es que no me entiendes? –exclama mirándome. 

      Me levanto también y le sostengo la mirada de nuevo. Noto como se vuelven a llenar de lágrimas los ojos.

-         ¿Qué no te entiendo? –le contesto. Giro la cabeza y me trago las lágrimas como puedo.- ¿Cómo crees que he estado yo todo este tiempo?

-         Tú tuviste la culpa. Tú fuiste el culpable de todo. Pudiste elegir. –su voz ahora suena llena de rabia.

      Doy dos pasos más hacia delante y me coloco en frente suya, cogiendo sus manos.

-         Cada minuto que pasa me arrepiento más y más de lo que hice. Me odio y la repugnancia que siento hacia mí no es normal. Y voy a seguir así hasta el día que me perdones, y volvamos a ser felices juntos.

      Ha estado mirándome todo el rato que he hablado. Eso lo ha complicado más aún. Ahora tiene la vista en nuestras manos, juntas, después de tanto tiempo. Cojo mi mano y la coloco en su barbilla. Su piel sigue igual de suave que siempre. Le obligo a mirarme.

-Te quiero.

lunes, 6 de junio de 2011

Dos. [Ella]

     Me coloco el segundo y último pendiente en la oreja derecha. Apoyo las manos en la mesita y me vuelvo a mirar en el espejo. Veo ahora su ‘todo va a ir bien’ ahora reflejado en mis ojos. No me puedo creer que aún siga siendo tan importante para mí como para hacerlo.

     Y es él el único culpable. El culpable de que desde que salí por la puerta de aquella maldita casa, me odiase a mí misma por decir lo que dije, de que lo echase de menos como nunca he podido echar de menos a alguien, de que desease que volviera conmigo, a abrazarme y a decirme que era importante para él, que quería pasar el resto de su vida a mi lado, protegiéndome. Él es el único culpable de que desde aquel mensaje de ayer con un ‘A las siete en casa’ esté nerviosa, mi mente no pare de pensar cosas que decirle, se produzcan esos ya conocidos nudos en el estómago y me sienta torpe a cada paso que doy.

     Vuelvo a mirarme en el espejo: ‘Todo va a ir bien, le quieres.’ Le quiero. Aún, y después de todo, le quiero. Lo leo en mis ojos, por mucho que me duela. Dejo de pensar con la razón y lo hago con el corazón. Le necesito.

     Aparto la mirada hacia mi reloj. Llego tarde. Estará preocupado y nervioso. Sonrío inconscientemente al imaginármelo y al recordar como se ponía cada vez que alguien se hacía de esperar.

     Llaves, móvil, bolso y a la calle. Voy con paso firme y decidida. Estoy segura. No sé cuanto me durará, pero ahora lo estoy. Paso por el parque el cual está tan lleno de recuerdos que se me desbordan de la mente. Niños orgullosos que enseñan lo que valen a sus padres. Personas que piensan en el presente y en el futuro haciendo deporte. Gente ganándose la vida dando a cambio algo de felicidad a los demás. Parejas que se quieren y se dan cariño, importándoles bien poco lo que digan los demás.

     Disminuyo la velocidad de mi paso y observo a un chico y una chica. Están discutiendo. Dan voces y se señalan el uno al otro. Me tengo que sentar en un banco porque a mi mente no paran de llegar imágenes y memorias nada buenas. Me gustaría levantarme, ir hacia ellos dos y decirles que paren, que si no lo hacen se arrepentirán durante mucho tiempo, que tomar decisiones a veces tan definitivas en un estado como ése de furia no es nada bueno.

     Dos gritos más y ella sale apresurada del parque. Juraría que está llorando. Él cae abrumado en el césped, escondiendo la cara entre sus manos. Juraría que está llorando. No puedo evitar asociar esta escena a la vivida con él. Hemos sido unos estúpidos.

     Saco fuerzas desde lo más profundo y me levanto. Voy hacia el chico. Me mira y compruebo que sí que está llorando. Su cara de dolor se me queda marcada. Le digo algo como ‘todo va a ir bien si sabes que le quieres’. Analiza mis palabras y sin mediar una más, asiente.

     Le dejo allí y echo a andar. Pensando en nada y en todo a la vez me doy cuneta de que he llegado. Sin pensarlo dos veces toco el timbre. Quiero verle ya. Quiero hablar con él ya. Quiero acabar con esto bien y empezar de nuevo mucho mejor.